"Pero eso de los cigarrillos fue el comienzo de la historia. Hasta ese momento, solo éramos enemigos de la salud pública, chimeneas andantes que los ciudadanos de bien tenían que evitar para no ser contagiados por esa densa humareda cancerígena que nos envolvía y nos seguía a cada paso que dábamos. No éramos aceptados en bares ni en cafés decentes, o sea, no éramos aceptados ya en los principales lugares de debate, donde se discutía la realidad nacional y se hacía la resistencia a los cambios privativos de la libertad que comenzó a imponer el gobierno. Durante un tiempo nos acogieron en zonas para fumadores, de poca vida y rápida desaparición; luego, nos dejaron las terrazas, la vereda de afuera. Hasta que no nos dejaron nada y los bares se llenaron de estúpidos, y el psicosocial del gobierno se complejizó, que es una forma de loa al decirlo, la verdad es que su psicosocial se tornó en algo asqueroso.
Siguieron con eso de que todos los escritores éramos borrachos, con todo ese rollo de la decencia, así añadieron un motivo más para que seamos desaprobados por la gente: éramos malos ejemplos para los chicos. Estereotipos, varios. Según encuestas publicadas en los diarios del gobierno, la mayoría de adolescentes con intenciones de ser parte de la literatura quería ser como Bukowski. Bukowski, en el psicosocial del gobierno era un tipo con una cantidad impresionante de calificativos negativos, un gran miserable, alcohólico, misógino, abusivo, golpeador de mujeres, vicioso, ludópata, indecente, viejo, feo, lleno de acné, asqueroso. Ningún padre quería que su hijo(a) sea como Bukowski. Pero Bukowski no era el único. Anaïs Nin era incestuosa.
Los hombres de inteligencia del gobierno también rebuscaron en la vida privada de Oscar Wilde, un escritor cuyas fotografías hacían pensar en un ser refinado y elegante, en un hombre decente. Pero un documento de arresto hallado en los archivos de la policía británica, sacó a la luz que Wilde fue apresado en la época victoriana por homosexual, específicamente, por sodomita. Cuando un gobierno decide pulverizar a un grupo, juega con los aspectos más oscuros de la mentalidad humana, y hace todo por homogenizar a los individuos. Su lógica fue: si Bukowski era un borracho y Wilde un marica, todos los escritores éramos borrachos y maricas. Pero, ¿cómo reconocer a un escritor, o sea, a un borracho y marica?
Reconocí mi fotografía en la página central del diario oficial del gobierno, junto a la de otros escritores en una especie de mosaico. El encabezado de la central decía: Terroristas. Yo sabía que me detestarían. Tenía todos los rasgos del escritor que el gobierno tenía que aniquilar: pelucón, ojeroso, flaco, borracho y bohemio y con el cigarrito en la mano. Y el humito. Fotito a blanco y negro para concha. ¿Se acuerdan del patita que mató a John Lennon? Claro, ahora pasamos a ser asesinos, terroristas, genocidas. Pusieron precio a nuestras cabezas, había recompensa por el dato de nuestra ubicación, por el soplo. Si uno se entregaba a la justicia, su crimen sería medido con otra vara".
Informe, 2014.
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